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Ellos arriesgaron su propia vida para salvar la mía, y les estoy muy agradecido. Las iglesias de los que no son judíos también les dan las gracias.

Saluden también a la iglesia que se reúne en casa de Prisca y Aquila.

Saluden a mi estimado hermano Epeneto, que fue el primero en seguir a Cristo en Asia.

Saluden a María que ha hecho un gran trabajo por ustedes.

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